Nos faltaron abuelos

Después de más de una década de reinado, la agenda "woke" empezó a retroceder a nivel local y mundial. Esto no implica para nada su desaparición, pero hay hechos concretos que demuestran su ocaso. Por ejemplo, una gran empresa como Disney anunció que dejará de incluir alusiones ideológicas en sus películas. Asimismo, Google adelantó que quitará la referencia al "mes del orgullo" en su aplicación de calendario.

Una nota al respecto escrita por la periodista Claudia Peiró, hace un recorrido por las situaciones más insólitas que se vieron durante estos años, pero que en su momento muy pocos osaban cuestionar. (Lee la nota acá) Es que fueron épocas en las que casi nadie se atrevía a exclamar que "el emperador estaba desnudo", tal como se narra en el cuento atribuido a Hans Christian Andersen.

El artículo de Peiró se cuestiona en su título si 2025 será el año de la vuelta al sentido común. Es una excelente pregunta que deja al descubierto otra cara del problema: es cierto que el wokismo se metió hasta en los más recónditos lugares de nuestra cultura. Pero debemos admitir que, en gran parte, eso pasó porque estuvimos con las defensas bajas. ¿Y quiénes cuentan con la mayor reserva de sentido común de nuestra sociedad? Sin duda alguna, el grupo etario que solemos llamar "adultos mayores". Aquellos que, por la gran ventaja que da el camino recorrido en la vida, no compran ciegamente cualquier disparate de moda.

No es casual que se hayan dado en paralelo dos fenómenos sociales notorios: la desvalorización general de los más grandes y el ingreso incontenible del wokismo. Al dejarlos de lado nos quedamos sin una de las mejores barreras de contención que puede tener nuestra sociedad ante invasiones ideológicas. Por supuesto que muchas veces puede darse que no estemos de acuerdo con sus opiniones y tengamos más razón nosotros que ellos, pero siempre es sano escuchar el invaluable punto de vista que aportan.

Que estas ideologías en cuestión estén cediendo momentáneamente no significa que no volverán, incluso recargadas. Aprovechemos entonces el impasse para darle de nuevo la voz y el voto a nuestros padres y abuelos, sea en una mesa familiar, en el café de la esquina o en los medios de comunicación.

Por Tincho Lehmann (@tincholehmann)

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